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Cuando pensamos en un muffin a muchos nos viene a la cabeza la tradicional magdalena e incluso nos preguntamos el motivo de porqué hemos rebautizado este producto de repostería. La realidad no es que la de que estos productos son distintos, aunque parecidos.
El muffin es un producto elaborado con pan dulce y otros ingredientes, cocinado en moldes individuales de base cilíndrica y con forma de hongo. La magdalena es menos dulce que el muffin y se elabora con unas proporciones distintas de sus ingredientes. El resultado es que mientras que la magdalena se suele consumir mayoritariamente en desayunos y meriendas, el muffin se degusta como postre o entre horas.
Pero estas no son únicamente las diferencias.
El origen del muffin se remonta al siglo XVIII, existiendo recetarios en Inglaterra que ya hablan de este producto. El nombre proviene de la palabra francesa moofin y este a su vez de ”moofflet”, que era una pan suave y pequeño que solía acompañarse de chocolate o diversas frutas.
El auge de este producto se vivió en el siglo XIX, cuando desembarcaron en E.E.U.U. Y empezaron a comercializarse en cafeterías y pastelerías.
Por otro lado las magdalenas datan de 1750, descubiertas en la ciudad de Lorena, Francia. El rey Stanislas Leszczynski vio a una campesina elaborar este producto y tanto le gustó que les puso el nombre de la chica; Madeleine. La llegada de este pastelito a Versalles fue inminente, conquistando la ciudad de París al instante.
Como podemos ver, tanto el origen, como los ingredientes de ambos productos son, tradicionalmente, distintos.
Ambos productos albergan un sinfín de posibilidades distintas en su elaboración, como nuestras muffin, hechas de harina de espelta integral, agave y azúcar en caña; y las puede encontrar de mermelada de naranja sanguina y canela, de chocolate negro y crema de cacao y nuestras típicas muffins valencianas.
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